El dolor musculoesquelético es una de las dolencias más comunes que afectan a la población mundial. Desde un simple tirón muscular hasta el dolor crónico en las articulaciones, el dolor en los huesos y músculos es una experiencia casi universal. Sin embargo, a pesar de su frecuencia, a menudo tendemos a ignorar o minimizar este tipo de dolor, considerándolo una parte normal del envejecimiento, el ejercicio o la vida cotidiana. Como dice el Dr. David Butler (2017), el dolor es una salida que el cerebro crea para proteger al cuerpo; es una advertencia, no solo un síntoma.
El dolor: Un complejo sistema de alarma
El dolor no es simplemente una sensación desagradable; es una respuesta compleja del sistema nervioso. Según la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP), el dolor se define como, una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada con, o similar a la asociada con, daño tisular real o potencial. Esta definición subraya que el dolor no solo se produce cuando hay un daño físico, sino que también puede ser una advertencia de un daño potencial.
El Dr. Ronald Melzack y el Dr. Patrick Wall, en su seminal «Teoría de la Compuerta del Dolor» de 1965, explicaron que la percepción del dolor no es un simple reflejo de la estimulación nerviosa, sino que es modulada por el sistema nervioso central. En esencia, el dolor es una «construcción» del cerebro para proteger al cuerpo. Por ejemplo, si te tuerces un tobillo, los receptores nerviosos envían señales al cerebro. El cerebro, al interpretar estas señales y al considerar otros factores como el miedo a una lesión mayor, genera la sensación de dolor para que detengas la actividad y protejas la articulación lesionada.
Ignorar esta señal es como desconectar la alarma de un coche cuando intenta avisarte de que un ladrón está forzando la puerta. Al principio, puede que no sea más que un irritante, pero a largo plazo, el daño podría ser irreparable.
Razones para no ignorar el dolor
Como se ha mencionado anteriormente, el dolor es una señal del cuerpo, para indicar al paciente, que es momento de detenerse y proteger su cuerpo, considerando estas razones para no ignorar el dolor.
Prevenir un daño mayor y permanente
El dolor leve y persistente en una articulación, como la rodilla o la cadera, podría ser una señal temprana de artrosis. Si se ignora, el cartílago articular, que actúa como un amortiguador entre los huesos, puede seguir desgastándose. Con el tiempo, esto puede llevar a un contacto directo entre los huesos, causando dolor severo, rigidez y, finalmente, la necesidad de una artroplastia (reemplazo de la articulación). Un diagnóstico y tratamiento tempranos, como la fisioterapia o la pérdida de peso, podrían ralentizar la progresión de la enfermedad y evitar la necesidad de una cirugía mayor.
De manera similar, un dolor agudo y punzante durante un levantamiento de peso podría ser una pequeña rotura de una fibra muscular o un tendón. Si el individuo continúa la actividad a pesar del dolor, la lesión puede agravarse, convirtiéndose en una rotura completa que requerirá una intervención quirúrgica y un período de rehabilitación mucho más largo. El Dr. Kevin R. Stone (2018), cirujano ortopédico, advierte que el cuerpo tiene la capacidad de curarse, pero necesita las condiciones adecuadas. Ignorar el dolor es sabotear ese proceso de curación.
Identificar causas subyacentes graves
El dolor no siempre está relacionado con un simple sobreuso o un esguince. En ocasiones, puede ser un síntoma de una enfermedad subyacente más grave que requiere atención médica inmediata. Por ejemplo:
- Dolor en la espalda baja. Podría ser una simple tensión muscular, pero también podría ser una hernia de disco, una estenosis espinal o, en casos raros, una infección o un tumor.
- Dolor en los huesos sin una causa aparente. Podría ser un signo de osteoporosis, una enfermedad metabólica ósea o incluso un tipo de cáncer como el mieloma múltiple.
- Dolor articular con hinchazón y enrojecimiento. Podría ser un signo de artritis reumatoide, una enfermedad autoinmune que ataca las articulaciones y que, si no se trata a tiempo, puede causar daño articular irreversible.
Ignorar estos síntomas retrasa el diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad subyacente, lo que puede tener consecuencias graves para la salud a largo plazo. Algunos especialistas señalan que, aquellos pacientes que minimizan su dolor crónico tienen más probabilidades de sufrir un deterioro de su calidad de vida y un aumento de la discapacidad a largo plazo.
Mejorar la calidad de vida a largo plazo
El dolor crónico, incluso si es de baja intensidad, puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de una persona. Puede llevar a una reducción de la actividad física, lo que a su vez puede causar debilidad muscular, aumento de peso y una disminución de la salud cardiovascular. El dolor también puede afectar el sueño, el estado de ánimo y la capacidad de concentración.
Al abordar el dolor a tiempo, se puede evitar que se convierta en un problema crónico. Un fisioterapeuta puede enseñar ejercicios de fortalecimiento y estiramiento para mejorar la biomecánica corporal y aliviar la presión sobre las articulaciones. Un médico puede prescribir medicamentos antiinflamatorios o terapias biológicas para controlar la inflamación y el dolor.
La reversibilidad y la rehabilitación
Muchos de los problemas musculoesqueléticos son reversibles o controlables si se abordan en sus etapas iniciales. Por ejemplo, el dolor en el hombro de un tenista (tendinosis del manguito de los rotadores) puede ser tratado con reposo, fisioterapia y ejercicios de fortalecimiento. Sin embargo, si se ignora, puede progresar a una rotura completa que requiere cirugía y un largo proceso de rehabilitación. Un diagnóstico y tratamiento tempranos son mucho menos invasivos y más rápidos.
Expertos en el área de la traumatología afirman que, el 80% de los problemas de espalda son biomecánicos y, con la intervención correcta, se pueden resolver sin necesidad de cirugía. Pero el paciente debe actuar en las primeras señales de alarma. El dolor es el idioma de tu cuerpo; cuando habla, debes escuchar.
¿Qué hacer cuando sientes dolor?
- Escucha a tu cuerpo. Si sientes dolor, detén la actividad que lo causa. No te empujes a través del dolor.
- Reposo y hielo (en lesiones agudas). Para lesiones como esguinces o tirones, el reposo y la aplicación de hielo en las primeras 24-48 horas pueden reducir la inflamación y el dolor.
- Consulta a un profesional. Si el dolor persiste por más de unos pocos días, es intenso o interfiere con tus actividades diarias, busca la opinión de un médico, fisioterapeuta o traumatólogo.
- No te automediques. Aunque los analgésicos de venta libre pueden proporcionar un alivio temporal, no tratan la causa subyacente del dolor. El uso excesivo puede enmascarar un problema grave y causar efectos secundarios.
- Busca la causa. El objetivo principal del tratamiento no es solo aliviar el dolor, sino identificar y corregir la causa subyacente. Un fisioterapeuta puede evaluar tu postura, tu forma de caminar o tus movimientos para identificar desequilibrios o debilidades musculares.
El dolor no es un enemigo, sino un aliado que te advierte de un problema. Ignorar esta advertencia es arriesgarse a sufrir un daño mayor, prolongar la recuperación y, en algunos casos, enfrentar la discapacidad a largo plazo. La clave está en escuchar a tu cuerpo, tomar el dolor en serio y buscar la ayuda de profesionales de la salud. Al hacerlo, no solo aliviarás la incomodidad, sino que también protegerás tu salud musculoesquelética a largo plazo, lo que te permitirá disfrutar de una vida más activa y plena.
Fuentes:
- Butler, D. S., & Moseley, G. L. (2017). Explain Pain Supercharged. NOI Group Publications.
- (2020). IASP Terminology. Recuperado de www.iasp-pain.org.
- Melzack, R., & Wall, P. D. (1965). Pain Mechanisms: A New Theory. Science, 150(3699), 971–979.
- Parnes, S. M. (2022). The Musculoskeletal Health Guide. Publicado por el autor.
- Stone, K. R. (2018). Play Forever: The Guide to Safe and Healthy Living. The Free Press.
- Turk, D. C., & Wilson, H. D. (2018). The role of patient beliefs and attitudes in chronic pain and disability. Pain, 159(3), 441-450.





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