El dolor es una experiencia universal, una constante en la vida de todo ser humano. Desde el momento en que nacemos hasta nuestro último aliento, el dolor se presenta de diversas formas: una picadura, un golpe, una enfermedad, la pérdida de un ser querido. Sin embargo, a pesar de su amplia presencia en la vida de todos, el dolor está rodeado de una densa niebla de mitos y malentendidos que, a menudo, distorsionan nuestra percepción y manejo del mismo. Uno de los mitos más arraigados, de acuerdo con el Dr. Mauricio Ruiz, y quizás el más dañino, es la idea de que el dolor es un signo de debilidad. Esta creencia no solo afecta a quienes lo experimentan, sino también a la forma en que la sociedad en su conjunto aborda y comprende el sufrimiento.
el dolor como estigma: «sé fuerte, soporta el dolor»
Desde pequeños, a muchos se nos enseña a ser fuertes. En el contexto del dolor, esto a menudo se traduce en la supresión de las emociones, la negación de la incomodidad y evitar la búsqueda de ayuda. Un niño que llora por una caída puede escuchar: No seas llorón, no es para tanto, o un adulto con dolor crónico puede sentir la presión de aguantar, para no ser percibido como una carga. Esta mentalidad, profundamente arraigada en nuestra cultura, asocia el dolor con la fragilidad, la falta de resistencia y, en última instancia, la debilidad.
La realidad es que el dolor no es un signo de debilidad, sino una señal, un complejo sistema de alarma que nuestro cuerpo activa para protegernos. Para Melzack, (1999), el dolor es una experiencia multifacética que involucra componentes físicos, emocionales, psicológicos y sociales. Sentir dolor no te hace débil; te hace humano. La capacidad de reconocer y expresar el dolor, lejos de ser una debilidad, es una fortaleza que permite la búsqueda de soluciones y la gestión adecuada de la condición. Negarlo o ignorarlo, por el contrario, puede prolongar el sufrimiento y complicar el proceso de recuperación.
mitos comunes sobre el dolor
Además de la creencia errónea de que el dolor es un signo de debilidad, existen otros mitos que contribuyen a la desinformación y el mal manejo del dolor.
- Si no hay daño evidente, no hay dolor real. Este mito es particularmente pernicioso para las personas que sufren de dolor crónico sin una causa física clara, ya que, para Moseley &Butler (2017), el dolor es una salida compleja del cerebro ante alguna amenaza percibida, física o no. Condiciones como la fibromialgia, el síndrome de fatiga crónica o el dolor neuropático pueden no tener signos visibles, lo que a menudo lleva a la incredulidad por parte de otros, e incluso de algunos profesionales de la salud. Sin embargo, el dolor es una experiencia subjetiva y real, independientemente de si su origen es visible o no.
- El dolor es solo físico. Si bien el dolor tiene un componente físico innegable, su impacto se extiende mucho más allá de lo puramente corporal. El dolor puede afectar la salud mental, el estado de ánimo, el sueño, el apetito, las relaciones personales y la capacidad para trabajar o disfrutar de la vida. La ansiedad y la depresión son compañeros frecuentes del dolor crónico, creando un ciclo vicioso donde el dolor exacerba los problemas emocionales y viceversa. Reconocer la interconexión entre el dolor físico y la salud mental es fundamental para un abordaje integral.
- Si el dolor es fuerte, algo anda muy mal. La intensidad del dolor no siempre es proporcional a la gravedad de la lesión o enfermedad. Un simple corte en el dedo puede ser muy doloroso, mientras que una enfermedad grave como el cáncer en sus etapas iniciales puede ser indolora. La percepción del dolor varía enormemente entre individuos y depende de factores como el umbral de dolor, experiencias previas, estado emocional y expectativas.
- El dolor siempre debe desaparecer por completo. Especialmente en el caso del dolor crónico, el objetivo no siempre es la eliminación total del dolor, sino su manejo y control para mejorar la calidad de vida. Para muchas personas, aprender a vivir con el dolor y encontrar estrategias para reducir su impacto es una parte crucial del proceso. Esto no significa resignarse, sino encontrar herramientas para gestionar la condición de manera efectiva y mantener un nivel de funcionalidad aceptable.
- Los analgésicos son peligrosos y adictivos. Si bien es cierto que el uso indebido de analgésicos, especialmente opioides, puede llevar a la adicción, cuando se usan bajo supervisión médica y siguiendo las indicaciones adecuadas, son herramientas valiosas para aliviar el sufrimiento. El miedo infundado a los medicamentos puede llevar a las personas a soportar un dolor innecesario, afectando negativamente su bienestar. La clave está en la educación y la comunicación abierta con los profesionales de la salud.
¿qué representa el dolor para muchas personas?
Más allá de los mitos, el dolor representa una amplia variedad de cosas para diferentes personas, en función de sus experiencias, cultura y contexto personal.
- Una señal de advertencia. Melzack (1999), señala que, en su forma más básica, el dolor es un mecanismo de defensa. Nos alerta sobre posibles peligros, ya sea una mano que se quema, una pierna que se tuerce o una infección que se desarrolla. En este sentido, el dolor es un protector, una voz interna que nos dice que algo necesita atención.
- Una prueba de resiliencia. Para muchos, especialmente aquellos que enfrentan enfermedades crónicas o lesiones graves, el dolor se convierte en una prueba constante de su resiliencia. Turk & Okifuji (2002), explican que aprender a vivir con el dolor, adaptarse a las limitaciones y encontrar formas de sobrellevarlo puede fortalecer la voluntad y desarrollar una profunda capacidad de aguante.
- Un catalizador para el cambio. El dolor, en ocasiones, puede ser un poderoso motivador para el cambio. Un dolor de espalda crónico puede impulsar a alguien a adoptar hábitos de ejercicio, mejorar su postura o buscar tratamientos alternativos. La angustia emocional puede llevar a una persona a buscar terapia, cambiar relaciones tóxicas o replantearse sus prioridades.
- Una experiencia que invita a la reflexión. El dolor, tanto físico como emocional, puede obligarnos a detenernos, a mirar hacia adentro y a reflexionar sobre nuestra vida. Puede llevarnos a cuestionar nuestras prioridades, a valorar lo que tenemos y a buscar un propósito más profundo. En este sentido, el dolor, aunque indeseado, puede ser un maestro.
- Una batalla por la credibilidad. Para quienes sufren de dolor invisible o crónico, el dolor también representa una batalla constante por la credibilidad. La necesidad de validar su sufrimiento ante familiares, amigos y profesionales de la salud puede ser agotadora y frustrante.
El dolor es mucho más que una simple sensación física. Es un fenómeno intrínsecamente humano, un mensajero que nos informa, nos desafía y, a veces, nos transforma. Al despojarnos de los mitos y abrazar una comprensión más profunda y holística del dolor, no solo mejoramos nuestra propia capacidad para gestionarlo, sino que también contribuimos a una sociedad más empática y solidaria para aquellos que sufren. El dolor no es un signo de debilidad; es un recordatorio de nuestra humanidad y una oportunidad para la comprensión y el crecimiento.
Fuentes:
- Melzack, R. (1999). Pain and the Neuromatrix in the Brain. Journal of Dental Education, 63(1), 3-10.
- Moseley, G. L., & Butler, D. S. (2017). Explain Pain Supercharged. NOI Group.
- Turk, D. C., & Okifuji, A. (2002). Psychological factors in chronic pain: evolution and revolution. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 70(3), 678-690.
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